“Oscuridad. La oscuridad me
rodea y estoy completamente aterrada. Intento que mi agitada respiración no
delate mi escondite mientras hago auténticos esfuerzos por coger aire sin ser
escuchada y obligo inútilmente a mi corazón a disminuir su frenético repiqueteo
contra mi despavorido pecho. El perro negro me persigue y ya no sé dónde más
puedo ocultarme. Está muy cerca. Puedo oírlo. Ladra con su demoníaco y
escalofriante aullido nocturno muy cerca de donde yo me encuentro consiguiendo
que mis ojos, abiertos y casi fuera de sus órbitas, se humedezcan con lágrimas
no derramadas debido al miedo y que mis labios y mis extremidades tiemblen
desesperadas. ¡Tengo tanto miedo!
Éste tampoco debe ser un buen
refugio para permanecer. ¡Tengo que huir! ¡Tengo que salvarme!
Salgo corriendo a toda
velocidad intentando ver algo en medio de la fría noche que me envuelve. Me
precipito cuesta abajo a través de un inmenso monte lleno de pinos y encinas con
el corazón completamente desbocado, mientras giro mi cabeza continuamente en
busca del feroz perro que avisa a su infernal compinche que quiere acabar con
mi vida. Al fondo, mientras me apresuro por salvar mi vida, puedo distinguir
algo de luz que se abre paso entre la frondosa vegetación y las rocas que
surgen en el camino. Llego al borde del bosque y prácticamente me detengo al
tropezar con unos arbustos especialmente densos. Lucho con la maraña de la
vegetación y puedo distinguir, allá abajo, edificaciones y movimiento de gente.
Salto por encima como puedo,
hiriéndome y lastimándome, y emprendo una desesperada carrera por salvar mi
vida pero un destello de luz procedente de mi espalda ilumina mi camino y sé
que estoy perdida. Mi pánico aumenta al comprobar, girándome, que se trata del
espectro luminoso que viene para matarme; me ha dado alcance y ciega mi vista
impidiéndome ver su apariencia real. Vuelvo a girarme sin perder ni un solo
segundo para poder escapar de ese maléfico haz de luz que me persigue. Agudizo
mi visión para buscar dónde ocultarme mientras los latidos de mi corazón
martillean sin piedad mi fatigado pecho. Corro y corro. Corro hacia el enorme
edificio que se eleva majestuoso ante mí y me quedo estupefacta, al comprobar,
que se trata del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Pero está diferente… no es
como yo lo conozco… está a medio construir… aunque no por ello detengo mi veloz
carrera ni tan siquiera una milésima de segundo.
Y al fondo, hay unos
hombres que caminan descalzos, con túnicas grises largas hasta los tobillos y
remendadas, con un cinturón de cuerda y una capucha basta y áspera sobre sus
cabezas. Al verme aparecer corriendo despavorida huyen de mí… o quizás de mi
captor, como si acabasen de ver al mismísimo Lucifer. Corren delante de mí y
entran a un refugio cerrándome cruelmente la puerta.
Llego aterrada y fatigada hasta
el portón que acaban de cerrar y golpeo la puerta con miedo y desesperación
mientras exclamo múltiples gritos suplicando ayuda. Pero ya no me queda tiempo
y la luz me da alcance. Me giro para enfrentarla y buscar otra salida pero ya
no hay escapatoria… y caigo de rodillas derrotada y resignada… esperando mi
ejecución…”
Ale cerró con pesimismo su diario y se echó
hacia atrás mirando hacia el techo recostándose sobre los almohadones de su
cama. Giró la cabeza hacia su mesita de noche para comprobar, como todas y cada
una de las noches de su existencia desde que tenía uso de razón, que eran algo
más de las tres de la madrugada. Suspiró audiblemente mientras se frotaba los
somnolientos ojos. Apartó su diario con
desgana para levantarse y se dirigió al cuarto de baño para lavarse la cara,
ahora perlada con un sudor viscoso,
mientras intentaba relajarse respirando hondo para que los latidos de su
corazón disminuyeran su frenético ritmo.
Regresó pesadamente a su cama apagando la luz
de su mesilla e intentó conciliar el sueño. Siempre era igual. Siempre ese
maldito sueño y siempre a la misma hora. Todas las noches, cuando despertaba
sofocada y asustada debido a la nitidez de su perenne sueño, abría su diario y
volvía a releer el relato por si algo cambiaba o había algún detalle diferente
que la ayudase a desvelar el significado del gran misterio de su vida. Pero
nunca lo hallaba…
No hay comentarios:
Publicar un comentario