Capítulo 1: El sueño


“Oscuridad. La oscuridad me rodea y estoy completamente aterrada. Intento que mi agitada respiración no delate mi escondite mientras hago auténticos esfuerzos por coger aire sin ser escuchada y obligo inútilmente a mi corazón a disminuir su frenético repiqueteo contra mi despavorido pecho. El perro negro me persigue y ya no sé dónde más puedo ocultarme. Está muy cerca. Puedo oírlo. Ladra con su demoníaco y escalofriante aullido nocturno muy cerca de donde yo me encuentro consiguiendo que mis ojos, abiertos y casi fuera de sus órbitas, se humedezcan con lágrimas no derramadas debido al miedo y que mis labios y mis extremidades tiemblen desesperadas. ¡Tengo tanto miedo!


Éste tampoco debe ser un buen refugio para permanecer. ¡Tengo que huir! ¡Tengo que salvarme!

Salgo corriendo a toda velocidad intentando ver algo en medio de la fría noche que me envuelve. Me precipito cuesta abajo a través de un inmenso monte lleno de pinos y encinas con el corazón completamente desbocado, mientras giro mi cabeza continuamente en busca del feroz perro que avisa a su infernal compinche que quiere acabar con mi vida. Al fondo, mientras me apresuro por salvar mi vida, puedo distinguir algo de luz que se abre paso entre la frondosa vegetación y las rocas que surgen en el camino. Llego al borde del bosque y prácticamente me detengo al tropezar con unos arbustos especialmente densos. Lucho con la maraña de la vegetación y puedo distinguir, allá abajo, edificaciones y movimiento de gente.


Salto por encima como puedo, hiriéndome y lastimándome, y emprendo una desesperada carrera por salvar mi vida pero un destello de luz procedente de mi espalda ilumina mi camino y sé que estoy perdida. Mi pánico aumenta al comprobar, girándome, que se trata del espectro luminoso que viene para matarme; me ha dado alcance y ciega mi vista impidiéndome ver su apariencia real. Vuelvo a girarme sin perder ni un solo segundo para poder escapar de ese maléfico haz de luz que me persigue. Agudizo mi visión para buscar dónde ocultarme mientras los latidos de mi corazón martillean sin piedad mi fatigado pecho. Corro y corro. Corro hacia el enorme edificio que se eleva majestuoso ante mí y me quedo estupefacta, al comprobar, que se trata del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Pero está diferente… no es como yo lo conozco… está a medio construir… aunque no por ello detengo mi veloz carrera ni tan siquiera una milésima de segundo.

Y al fondo, hay unos hombres que caminan descalzos, con túnicas grises largas hasta los tobillos y remendadas, con un cinturón de cuerda y una capucha basta y áspera sobre sus cabezas. Al verme aparecer corriendo despavorida huyen de mí… o quizás de mi captor, como si acabasen de ver al mismísimo Lucifer. Corren delante de mí y entran a un refugio cerrándome cruelmente la puerta.
Llego aterrada y fatigada hasta el portón que acaban de cerrar y golpeo la puerta con miedo y desesperación mientras exclamo múltiples gritos suplicando ayuda. Pero ya no me queda tiempo y la luz me da alcance. Me giro para enfrentarla y buscar otra salida pero ya no hay escapatoria… y caigo de rodillas derrotada y resignada… esperando mi ejecución…”
Ale cerró con pesimismo su diario y se echó hacia atrás mirando hacia el techo recostándose sobre los almohadones de su cama. Giró la cabeza hacia su mesita de noche para comprobar, como todas y cada una de las noches de su existencia desde que tenía uso de razón, que eran algo más de las tres de la madrugada. Suspiró audiblemente mientras se frotaba los somnolientos ojos.  Apartó su diario con desgana para levantarse y se dirigió al cuarto de baño para lavarse la cara, ahora perlada con un sudor viscoso,  mientras intentaba relajarse respirando hondo para que los latidos de su corazón disminuyeran su frenético ritmo.



Regresó pesadamente a su cama apagando la luz de su mesilla e intentó conciliar el sueño. Siempre era igual. Siempre ese maldito sueño y siempre a la misma hora. Todas las noches, cuando despertaba sofocada y asustada debido a la nitidez de su perenne sueño, abría su diario y volvía a releer el relato por si algo cambiaba o había algún detalle diferente que la ayudase a desvelar el significado del gran misterio de su vida. Pero nunca lo hallaba…

No hay comentarios:

Publicar un comentario